En la apertura de las actividades teatrales del Centro Cultural Contraviento, el artista Rubén Orsini se presentó en el salón principal con su espectáculo de marionetas. Durante casi una hora, el artista expuso un unipersonal con un despliegue completo que abarcó la música, las luces, y, por supuesto, el manejo delicado de las marionetas que interpretaban personajes. Una serie de muñecos con hilos, sombras y sonidos le bastaron a Orsini para causar asombro a la gran cantidad de público presente.
El espectáculo tuvo como punto de referencia ocho momentos, en los cuales cada uno estuvo protagonizado por una marioneta en especial o un muñeco con manipulación directa, incluso, por objetos. Cada número tuvo como puntapié inicial una sensación primaria (soledad, amor, violencia, etc), desarrolladas a través del simbolismo, y la acumulación de ellas sintetizaron, sobre el final, un sentimiento común para interpretar.
“Trato de que las marionetas y otros elementos estén presentes, vivos, transitando el momento, siendo visibles, y que el espectador se pueda concentrar en la esencia de ellas y que sienta que están vivas aunque sea una fantasía”, explica Orsini.
Y lo logró: el público se olvidó de los hilos, de la escenografía de cartón, hasta del mismo Orsini, y fue testigo de cómo cobraron vida cada uno de esos muñecos de madera y rasgos prominentes. Tanto los niños mayores de 8 años como los adultos presentes impartieron un silencio perplejo mientras las marionetas avanzaban una y otra vez en la historia.
Las sombras reflejadas naturalmente en las blancas paredes del gran auditorio sumaron a la atmósfera. “Las paredes blancas potenciaron el espectáculo por las figuras negras que proyectaban. Se generó un clima muy cálido en Contraviento”, contó Orsini. El largo aplauso final lo convalidó.