¿Por qué cultura y narcotráfico? Convivimos con el narcotráfico. Escuchamos esa palabra con cierta asiduidad. Escuchamos sobre balaceras, o, directamente, escuchamos balaceras, o creemos hacerlo. Sabemos de zonas rojas, bunkers, ajustes de cuenta, sicarios, soldaditos y fiestas narco. Está claro que el narcotráfico tiene un discurso que nos atraviesa.
Ahora bien, además, nos gustaría saber: ¿El narcotráfico tiene rostro? ¿Es, acaso, un monstruo con dos cabezas, con la cara de la muerte en una de ellas y en la otra un dólar en la frente? ¿Dónde reside la fuente de su poder? ¿Es un negocio infinito? Después de escuchar tantas veces la palabra que lo denomina, nos preguntamos por su olor, su color, su forma. ¿Sentirá miedo el narcotráfico? O, mejor, los jefes de las bandas: ¿experimentarán temor, tendrán culpa, Edipo, angustia? Nos proponemos abordar este fenómeno tan presente en este aquí y ahora, más allá de la repulsión, parados en una pregunta que nos inquieta: ¿de verdad nos alcanza con justificar que las muertes que suceden y leemos o escuchamos son ajustes de cuenta? Rosario, la ciudad de la cultura, no puede mirar para atrás como si nada pasara. Esta ciudad creativa debe pararse lejos de la estigmatización para poder hablar, pintar, oler, escribir, escuchar e interpelar este hoy. Tiremos la moneda de dos caras que nos dice que somos el trágico transcurrir de la capital cultural de Latinoamérica a la capital de las balaceras. Tiremos la moneda tranquilizadora que ubica de un lado la ciudad de los niños y del otro a la ciudad de los niños baleados. Si la vida es una moneda, preguntémonos de qué está hecha esa moneda. Preguntemos: ¿Y ahora qué?
